El bullying o acoso en el aula está provocando mucho daño entre los alumnos. Cada día se conocen nuevos casos y salen a la luz testigos. En alguna ocasión, incluso años después de que sucediera, ya que en su día, los afectados por estas prácticas tuvieron miedo o sintieron vergüenza de reconocerlo.

La sociedad actual está mentalizada con este problema y tiene medios a disposición de los ciudadanos para poder prevenirlo.

Pero vamos a conocer un poco más sobre él.

El bullying es sinónimo de acoso o maltrato escolar con violencia física, verbal o social que conlleva cambios de actitud en la persona que lo sufre. Es una intimidación hacia el que se considera más débil o tiene un punto de inflexión y provoca escenas de terror sobre el que lo vive en primera persona.

Se puede llevar a cabo de diferentes formas: de manera puntual o repetitiva, sobre una persona o un grupo de ellas. Nunca está justificada esta actitud. Generalmente, el acosador quiere imponer su poder a otros a través de insultos, amenazas, agresiones o vejaciones. Es importante que si eres testigo o piensas que algún compañero puede estar viviendo esta situación se lo comuniques al profesor o director del centro. Por su parte, éstos deberán aplicar actividades en su clase para evitarlo antes de que suceda. Algunas acciones que pueden llevar a cabo son:

  • Fomentar la educación emocional, desarrollando:
    • Estrategias de comunicación para la posible víctima, de modo que pueda defenderse, y no tema pedir ayuda.
    • Estrategias de autorregulación por parte del agresor.
    • Desarrollo de una sana autoestima.
    • Fomentar la empatía en la clase para evitar que los compañeros permanezcan impasibles ante los hechos.
  • Educar en la no violencia y la tolerancia en las aulas.
  • Evitar falsos mitos:
    • Ser víctima de un acto de violencia no es merecerlo.
    • El que ataca no es el más fuerte.
    • Denunciar estos actos no es ser chivato.

Por su parte, los tipos de acoso escolar más comunes son:

– Físicos – a través de contacto entre las partes implicadas con empujones, patadas, objetos o incluso a los objetos personales de la víctima (robo, rotura)

– Verbal – no dejan huella visible en la víctima. Suele ser el más habitual y el más difícil de detectar. Provocan problemas de autoestima en la víctima llevados a cabo con humillaciones, insultos, rumores falsos, acoso a través de nuevas tecnologías…

– Social – principalmente excluyendo o aislando a la víctima.

Muy unido a todo y como consecuencia de ello, están las repercusiones psicológicas. El acosado tiende a tener una baja autoestima, pierde la confianza y la seguridad, tiende a aislarse de su círculo social porque se considera inferior al resto o incluso culpable de lo que está sufriendo y tiende a sentir soledad e impotencia.

Os dejo algún dato para ver el impacto de este problema en nuestra sociedad según José́ María Avilés:

  • Un 11,6% del alumnado se ha visto envuelto en situaciones de maltrato de forma sistemática, o como víctima, o como agresor.
  • Un 5,7% del alumnado es victimizado sistemáticamente.
  • Las víctimas dicen que un 17,24% no hablan con nadie de lo que les pasa.
  • Sobre a quién lo comunican, las víctimas lo hacen a sus padres en un 29,31%, a sus profesores un 10,34% y a sus compañeros un 43,1%.
  • Un 5,9% agrede de forma recurrente. Reconocen agredir, pero no se consideran agresores.

Como hemos visto, en esta situación intervienen tres protagonistas:

  • El agresor: Es el que agrede de la forma que sea. Suelen ser personas agresivas que no son capaces de controlarse ni de resolver conflictos de manera pausada y reflexiva, suelen tener problemas con las habilidades sociales y comunicativas que les provocan problemas de empatía y asertividad.
  • La víctima: Es la que sufre, el que tiene problemas de autoestima que conllevan depresión y ansiedad, son socialmente más débiles y pueden tener algún rasgo diferencial (gafas, obesidad, retraso mental, superdotación, etc.). Por contra a los anteriores, tiene una baja concepción de sí mismos y tienen a ser introvertidos.
  • Los observadores: Son los que observan la situación. No pegan pero se ríen. Se unen al agresor para sentirse protegidos, y piensan que protestar no ayuda. No tienen sentimiento de culpa, y por supuesto, temen que si destapan la situación el acosador vaya a por ellos.

Padres, compañeros y profesores tenemos que estar alerta para detectar si algún alumno sufre acoso. Para ello, podemos servirnos de estos consejos:

–  Presta atención a las señales. El acoso suele llevarse a cabo cuando los implicados estan solos, sin nadie a su alrededor. Así que es imprescindible que detectes comentarios o actitudes del alumno o incluso alguna señal física (hematoma, por ejemplo).

– Si piensas que puede encontrarse ante alguna situación de acoso, actúa con rapidez y contundencia. Incluso en el caso de que se trate de una situación aislada o que aún no sea demasiado grave, es mejor atajar el conflicto cuanto antes y prevenir el acoso antes de que suceda. Habla con las partes de manera individual y media en el conflicto.

– Las familias y su colaboración son una parte importante, tanto de la víctima como del agresor.

– Aborda el problema. Trata el tema con el resto de alumnos. La función de los que observan y consienten el acoso, la violencia, el desprecio o cualquier otra conducta de maltrato en clase es muy importante.

– Rutinas de prevención. Conseguir un buen clima y favorecer la comunicación ayuda a prevenir el acoso escolar y, además, contribuye a implicar a los estudiantes en la lucha contra el acoso.